domingo, 7 de septiembre de 2014

Sueño de una fantástica y desastrosa noche de verano.

Aún recuerdo esa noche de verano.
Casi como un sueño.
Rápido, irreal e imposible.
Porque ahí estaba yo, entre la multitud de la gente.
En medio de la carretera.
Todos gritando, cantando y disfrutando.
Y después de estar esperando un buen rato emergiste.
Sí, emergiste de la marea de gente que nos rodeaba.
Y te acercaste.
Uno, dos, tres pasos.
Y por fin, un abrazo.
Y susurraste mi nombre al oído.
Un susurro lleno de dolor y tristeza, pero a la vez de alivio y felicidad.
Y todo mi ser se relajó.
Pero una sombra cubrió la brillante noche y empezó el mismo discurso dañino de siempre.
Y me quedé ahí, quieta mientras que escuchaba, mientras te veía hablar mirando al suelo.
Hasta que uno de tus dedos rozó mi mejilla.
Tu cara estaba asustada, estaba llorando sin darme cuenta y con la mirada desenfocada.
Y me volviste a abrazar.
Un abrazo sólido, fuerte, cálido.
Como si así evitaras que me fuera a romper.
Como si así me ayudaras a respirar.
Y maldita sea, así era.
Pero lo que ninguno de los dos se esperaba era que nuestras barreras cayeran, sin más.
Lo sabes.
Lo sé.
Levábamos esperando ese beso sin sentido alguno durante mucho tiempo.
Y sin más, sucedió.
Y respiramos, los dos.
Y nos sostuvimos  para no rompernos, los dos.
Y lloramos, los dos.
Los dos.
Juntos.
Siendo uno después de tanto tiempo.
Y era sumamente fácil.
La solución a todos nuestros problemas.
En ese momento lo viste muy claro.
Tanto como yo.
Pero el sueño se acabó.
Llámalo x, llámalo y o llámalo vodka, ron o lo que fuera que bebieras después.
Todo quedó en un sueño.
Un sueño de una fantástica y desastrosa noche de verano.
Una noche que no podré olvidar en mucho tiempo.
Porque tras esa noche vino una promesa...
O más que una promesa, una afirmación.
Y espero ansiosa ese momento.
Esa estrella fugaz que no sabes en qué momento aparecerá.


Porque dicen que bailar es gratis y soñar también.
Porque a veces dejar volar la imaginación con música nos hace más ligeros.