martes, 19 de febrero de 2013

Ese momento...

Quiero hablaros de ese momento.
Si, ese momento mágico y divertido.
Pues básicamente ese momento.
Que cuál momento?
Pues ese en el que "peleas" con esa persona.
Que te hace rabiar y tú mientras le llamas idiota.
Y no deja de señalarte o de darte toquecitos en un brazo.
Y tú le agarras de la mano y le dices que pare y lo sueltas.
Pero él lo vuelve a hacer.
Y lo miras a los ojos.
Y él te mira a los ojos.
Y lo que antes era "odio" ahora son chispas.
Esa electricidad de la que os hablaba en entradas anteriores.
Y se realiza una conexión entre los dos.
Y apartamos las miradas.
Por miedo, por felicidad.
No sé por qué, pero lo hacemos.
Y, aún así, sonreímos.
Y a los diez minutos, volvemos a "discutir".

lunes, 18 de febrero de 2013

2.

Me frustras.
Te acercas.
Te alejas.
Ni tú sabes lo que quieres.
Pero por un motivo u otro tú sabes lo que yo quiero.
A pesar de que no te lo he dicho claramente.
Estás en un momento de indecisión.
De neutralidad.
En el que yo me frustro, me enfado, soy feliz y grito por momentos.
Porque todo es confuso.
Y extraño.
Y los demás lo notan.
Lo sienten.
Lo perciben.
Y queremos que todo vuelva a la normalidad.
Aunque yo quiera algo más.
Aunque yo fuera capaz de vivir en un sofá entre tus brazos eternamente.
Pero me conformaré con mirarte mientras te muerdes las uñas.

1.

Te muerdes las uñas.
Lo sabes.
Lo sé.
Me lo dijiste en ese sofá.
Pero hoy me he dado cuenta de una cosa.
Te las muerdes cuando ves u oyes algo que te gusta o te parece interesante.
En clase de historia, porque te gusta.
Viendo vídeos de fútbol o baloncesto.
Tirado en el sofá viendo partidos.
Te muerdes las uñas.
Y lo sabes.
Y lo sé.
Y te parece que eres un desastre.
Pero a mi me encanta que lo seas.
Porque una vez te mordías las uñas hablando conmigo.
Eso qué significa?
Algún día me lo dirás?

sábado, 16 de febrero de 2013

Trazos de la realidad convertidos en sueños.

Y te sientas a mi lado en el pequeño sofá.
Hace frío.
Cojo la mantita y nos tapamos con ella.
Apoyo la cabeza en tu hombro.
Y tú me abrazas y me apoyas en tu pecho.
Y nos quedamos así.
Tú acariciando mi brazo y yo escuchando el latido de tu corazón.
Mientras, nuestra respiración se acompasa.
Nos vamos escurriendo.
Y, sin darme cuenta, estamos acostados.
Yo apoyada en tu pecho, tu apoyado en mi cabeza.
Me acaricias el pelo.
Me coges de la mano.
Y así pasamos un largo rato.
Trazamos círculos con los dedos en los dorsos de las manos.
Las miramos, nos miramos, sonreímos.
Me das besos en el pelo.
En la frente.
En los ojos.
En los pómulos.
En la mano.
Y yo no alcanzo otro sitio que tu cuello, tu mejilla o tu barbilla.
Estoy inmovilizada en tus brazos.
Pero ninguno de los dos da el paso.
Estamos demasiado cómodos para hacer nada más.
Y yo disfruto de ese momento.
Y lo alargo todo lo posible.
Y lo guardo en mi mente, en mi corazón.
Y me sonrojo.
Porque sería muy fácil estar así para siempre.
Acurrucados medio dormidos cogidos de la mano.
Pero de repente...

Suena el despertador.
Me incorporo.
Solo un sueño.
O no.