domingo, 4 de noviembre de 2012

Always.

Suena el despertador.
Me levanto corriendo de la cama y me doy una ducha rápida.
Me visto con mis pantalones negros preferidos, tu camisa a cuadros roja, mis vans y mi gorro.
Me cepillo los dientes y cojo un par de galletas.
Salgo de casa con unos pocos euros en el bolsillo, el móvil y los cascos.
Hace frío, pero no es muca la distancia que tengo que recorrer.
Voy corriendo; siento cómo los rizos saltan a mi espalda mientras bajo la cuesta tan rápido como puedo.
Y al final de esta, te veo.
Allí, parado.
Con esa sudadera que tanto me gusta.
Escuchando música como yo.
Paro un momento, sin avisarte.
Y te miro sin que lo sepas.
Llevas tu longboard,como siempre.
Ese longboard en el que te veo subido casi siempre, recorriendo este parque y haciendo cosas asombrosas con él.
Ese longboard en el que me has sujetado durante tanto tiempo, mientras la tarde se hacía noche.
Y justo en ese momento, te das la vuelta y me ves.
Y yo, como siempre, corro hacia ti y salto.
Me coges, como siempre.
Sin miedo y sin dudas.
Con una sonrisa en la cara.
Con esa sonrisa que me enamora.
Y con esa sudadera que me pondré en un rato, teniendo tu aroma conmigo una vez más.
Hasta que nos cansemos de ver estrellas y me quede dormida.
Pero tengo una cosa segura.
Mañana me despertaré otra vez corriendo para verte esperándome y saltarte encima.